lunes

UNO SE CANSA

Uno se cansa.
Ve pasar a los demás con su rezo
y creen con él solucionar todos sus pesares.
Cientos, miles, de adictos al viejo cuentito
de la fe que nada mitiga ni soluciona.
De nada sirven las plegarias, los golpes en el pecho
frente al muñeco de madera.

Uno se cansa.
Ve pasar a los demás con su dios a cuestas,
en la bolsa de la compra, entre los cuadernos de caligrafía
y cálculo de escolares asustados por el pecado original
que obtiene el ser humano cuando se llena de vida.
Ve como el escombro quiebra la espalda,
seca la boca seca y desquicia los ojos,
cuando el hambre muta en herida abierta.
Y uno se cansa del susurro beato, de la gran culpa,
de la gestión del libre albedrio que sufren los creyentes.

Uno se cansa.
Y reivindica el derecho a cansarse
de soniquetes ajenos, del eco de los templos,
del maltrato al que los imagineros someten a la madera,
de las vigilias que nadie escucha, del mea culpa a media luz,
del caustico catecismo, del arrepentíos sempiterno
que esputan desde el altar para someter al resto.

Por la carne de la infancia que mancillan las sotanas: Ora pro nobis.
Por la vida de palacio de la ciudad del vaticano: Ora pro nobis.
Por el lujo de los cortesanos de la fe: Ora pro nobis.
Por las bendecidas inversiones en bolsa: Ora pro nobis.
Por que siga funcionando la demagogia del altar: Ora pro nobis.
Por el SIDA que ofrece la prohibición del preservativo: Ora pro nobis.
Porque la incultura siga siendo nuestra aliada: Ora pro nobis.
Por haber exaltado a dictadores asesinos: Ora pro nobis.
Para que el negocio duré dos mil años más: Ora pro nobis.

Pero la tierra es atea y sigue temblando.

viernes

POETAS

EL PERDEDOR

y el siguiente recuerdo es que estoy sobre una mesa,
todos se han marchado: el más valiente
bajo los focos, amenazante, tumbándome a golpes....
y después un tipo asqueroso de pie, fumado un puro:

-Chico, tu no sabes pelear- me dijo.
y yo me levanté y le lancé de un golpe por encima
de una silla.

fue como una escena de película y
allí quedó sobre su enorme trasero diciendo
sin cesar -Dios mío, Dios mío, pero ¿qué es lo que
te ocurre?- y yo me levanté y me vestí,
las manos aún vendadas, y al llegar a casa
me arranqué las vendas de las manos y
escribí mi primer poema,
y no he dejado de pelear
desde entonces.

Charles Bukowski